Aventuras en El Burgo de Osma: sí somos (y seremos)

Aventuras en El Burgo de Osma: sí somos (y seremos)

Texto y fotos: Carmen Abril

50 años de las jornadas de la matanza

Me siento a escribir esto con el corazón todavía revuelto y alborozado. El 30 de noviembre de 2024 fue un día memorable para cualquiera que lo pasase en El Burgo de Osma, especialmente para nosotras. El 30 de noviembre de 2024 La perdiz roja y el Virrey Palafox se aliaron para ofrecer a todo el que cayera en la tentación una cerdoexperiencia distinta a la que se ofrece normalmente en las jornadas. Gastronomía, como siempre, pero también fiesta y un poco de gamberrismo, ese ingrediente que nos gusta a nosotras añadirle a todo lo castizo y que pensamos que sólo lo mejora, como la sal o el ajo en polvo en un guiso.

foto de Miguel Seisdedos
foto de Miguel Seisdedos

Las jornadas de la matanza del Virrey cumplen este año 50 y ellos -que tienen un cariño por lo que hacen y una megalomanía que se estudiará en la Historia de esta comunidad- decidieron hacer, en lugar de una gran celebración, tres. La temática de todas: la celebración de los 50 años y el culto por el tiempo, por las generaciones, por las personas: pasado, presente y futuro. Fuimos, somos, seremos. En el fuimos se reunieron para rememorar la trayectoria de las jornadas desde su inicio y El nuevo mester de juglaría amenizó la velada. En el somos, toda la comitiva familiar que integra la empresa se reunió y se celebró, y hasta se soplaron velas. A nosotras nos pidieron ayuda con el seremos, y la verdad es que es un honor que se piense en nosotras como entidad que representa a la juventud de Castilla (nosotras, que ya nos sentimos viejas cuando hablamos con alguien del 2000).

foto de Carmen Abril

El encierro de cochinos

No sólo en nosotras, hay que decir. Se nos juntó para la ocasión con los niños, cosa que también nos llenó de orgullo e hizo gracia. La primera parte de la celebración del sábado, aunque la mayoría os lo perdisteis, fue ésta: por un lado, la entrega de premios del concurso de dibujo infantil. Los dibujos con temática porcina de los niños que ganaron se quedarán para siempre en el Museo del cerdo, donde tuvo lugar la entrega de premios y en su memoria se quedará también el haber ganado ese premio en su pueblo. Después de la enteaa tuvo lugar uno de los episodios más divertidos del día: el encierro de cochinos.

He de confesar algo: la primera vez que lo leí en el organigrama pensé: «uf. No sé cómo va a encajar esto la gente. Maltrato animal, nosequé». Pero entonces Armando me pasó las fotos de las ediciones anteriores y se me escapó la risa y un suspiro cariñoso. Los cochinos eran carros embozados en fieltro con forma de cerdo.

foto de Miguel Seisdedos

De hecho, y en esta edición, los cochinos fuimos nosotros. Esto nos pilló un poco por sorpresa, pero tampoco nos importó, y de hecho fue bastante divertido. Lo cierto es que hubo un tiempo -hace muchísimos años- en que el encierro lo corrían cochinos de verdad. En el Virrey no hacen nada porque sí ni dan, como se dice, puntada sin hilo. Resulta que en el archivo histórico del Burgo de Osma se encuentra un documento de finales del s XVIII en el que el ayuntamiento prohibía a los jóvenes celebrar los encierros de cochinos, de donde se deduce que esta era una celebración instituida y esperada y donde se confirma que el ADN de esta villa tiene silueta de cerdo

foto de Carmen Abril

Como ya se comentaba en el artículo anterior, Armando y su cuadrilla se dedicaron durante muchos años a la recreación histórica así que, hace ya unos cuantos, decidieron enfundarse en sus trajes de finales del siglo XVIII y representar tanto los encierros como su prohibición.

foto de Miguel Seisdedos

Así, escoltados por dulzaineros y gigantes, recorren las calles principales del Burgo declamando ritualmente la historia, la prohibición y enunciando una pícara pregunta: “Niñas y niños del Burgo de Osma, ¿queréis que se sigan haciendo encierro de cochinos?” A lo que ellos responden (a excepción de algún bribón que disfruta llevado siempre la contraria) SÍIIIIIIIIII al unísono y entonces comienza la persecución. 

foto de Carmen Abril
foto de Miguel Seisdedos

Esta pequeña actuación representa de alguna manera el triunfo de la fiesta sobre la prohibición. El jolgorio invencible. Los niños disfrutan, los ataviados recreadores históricos disfrutan, los cochinos disfrutan y todos juntos reivindican, entre tanto disfrute, una cosa fundamental: algunas tradiciones enrancian, sí, pero quizá, en lugar de prohibirlas, se pueden simplemente adaptar.

En esto el Virrey es un maestro y también en la importante y generosa tarea de darle a cada generación su espacio, su dignidad y las cosas que le divierten.

Nuestra fiesta

Terminado el encierro, los niños se merecían reponer fuerzas con un pequeño aperitivo regado con Fanta en el salón Diezmos de Castilla, y así fue. Nosotros nos fuimos a dar una ducha furtiva al hotel. Nuestra fiesta aún no había empezado y ya nos habíamos reído y habíamos sudado lo mismo que un sábado normal. Aún quedaba lo gordo. 

foto de Miguel Seisdedos

Por fin había llegado el momento. En el salón Diezmos de Castilla, los 130 jóvenes (esperamos que el año que viene sean 330) que habíamos logrado convocar en El Burgo de Osma se habían reunido por fin. El Virrey cumplía con creces su parte: cerveza en porrón, calimocho en jarrita pogo friendly (protegida con un sistema de tapa y pajita) y una propuesta gastronómica, si bien diáfana y según ellos “sencilla”, realmente buenísima.

Foto de Carmen Abril
Foto de Cristina Corredera

Unos entrantes matanceros (torrezno, chorizo y lomo de la olla, morcilla), unas alubias con costillas, huevos trufados, tacos de pulled pork (como explicaba armando, las matanzas se adaptan bien a la cocina moderna de esos tiempos), albóndigas… no se olvidaron del postre (hojaldres con forma de cerdito incluido) ni de los chupitos.

Foto de Carmen Abril
Foto de Cristina Corredera

La gente estaba extasiada. Ocurre una cosa con nuestra generación y es que la gente (las empresas) dan siempre por hecho que lo único que nos interesa es beber. El resultado: a no ser que estés dispuesto a gastarte un pastizal, serás alegremente despachado con unos ganchitos. En el Virrey, quién sabe si por honrar nuestra dignidad o la suya propia -que no dejan de ser una institución gastronómica a nivel nacional- decidieron agasajar culinariamente a la juventud castellana que, ufana, demostró que no todo es beber y también nos gusta deleitarnos moviendo el bigote. Aunque beber,  hay que decirlo, se bebió también bastante. 

Una de las cosas buenas de estar alojados en el hotel, además del desayuno buffet, es que no había coche del que preocuparse. 

No nos olvidamos de la música. DJ plástico, dj autóctono cuyo contacto ya nos hemos guardado para el futuro, amenizó el ágape con música urbana y reggaeton, de manera que uno perreaba La gasolina en la silla mientras degustaba su torrezno con fruición. Porrones subiendo y bajando (gracias a Dios también había pensado en eso y repartido baberos), los corazones calentándose y las divisiones de los grupos de amigos desdibujándose poco a poco. 

Para los postres ya estábamos todos de pie, nosotras repartiendo anís a quienes tenían nuestra camiseta y una conga infinita encadenando a todos los presentes, que de alguna manera nos sentíamos afortunados de tener la certeza de estar en el sitio y el lugar indicados ese sábado soleado de noviembre. Viva Soria. Nos pusimos a vender un poco de merch y esto nos sirvió para conocer un poco más a todos los que habéis venido. Saraut para vosotros.  Para cuando empezó el concierto de Delameseta, los ánimos ya estaban caldeaditos, y Delameseta no se caracteriza precisamente por enfriarlos. 

Foto de Carmen Abril

Les hemos visto en directo ya unas 5 veces y es que una nunca se cansa. Santi y Lucía, Lucía y Santi. Panderetas y sintetizadores, garganta y corazón. Qué pasada. “Ay sí, ay no, y luego diceeeeeennn..”. Hubo jotas, como siempre y como siempre a todos los niveles: gente experta que se permitía cabriolear, gente que tentaba los pasos por primera vez en su vida, pero hubo jotas. Y yo lo veía y pensaba que qué gracioso, canciones tan antiguas, escritas entre varios, a la manera popular, probablemente mientras se faenaba en el campo y que hayan rodado a través del tiempo hasta aquí y las estemos bailando dentro de unas nike…muy guay.

Foto de Carmen Abril

Delameseta le dio la vez a Barry B y empezó un concierto que, tal como decía Armando al presentarlo “en unos años diremos yo estuve allí, yo vi a Barry B en el Burgo de Osma y éramos cuatro gatos, pero estuvo brutal”. Pues seguramente. Barry B ya hace tiempo que está dejando de ser una promesa para convertirse en una afirmación.

Foto de Nicol Siné

 A nosotras el arandino nos flipa, pero no esperábamos que se presentase con una banda tremenda  y que hiciera gala de una capacidad vocal que ni está ni se exige normalmente en los grupos de música urbana. Barry B desprende chulería a lo castizo, y nos dió toda la impresión de que el casticismo no es en él un flow, sino una manera de existir. Vibramos bastante fuerte en este concierto y a pesar de que el público era reducido y en torno a la mitad eran fans, siendo la otra mitad descubridores en ese momento, estoy segura de que Barry se fue contento, notando esa energía buena de cuando haces a la gente disfrutar. Ole él.

Nicol Siné

El tractor

Llegaba nuestro turno y un momento épico e inolvidable, de la noche y de nuestras vidas: Un pasacalles con los djs -nosotros- subidos a un remolque tirado por un tractor. Recorrimos la calles principal del Burgo de Osma, la verdad, botado fuego puro. Fue un hito histórico de nuestras andanzas como revista/asociación y (¡¡digo más!!) quizá de las andanzas del castellanismo contemporáneo en general.

Foto de Nicol Siné

Seguro que la gracia ya se ha hecho en algún otro pueblo, vale, quizá no somos los primeros, pero eso no le resta ni un gramo de epicidad. Fue histórico.

La verdad, hay que darle todo el mérito de esto al Virrey Palafox. Nosotras pusimos un set list de infarto y nos lo vivimos ahí montadas, es cierto, pero la idea descabellada y deslumbrante del remolque y el tractor fue suya

Foto de Nicol Siné

A nosotras quizá se nos habría ocurrido, pero no habríamos osado ni proponérselo por considerarlo cero factible. Y se hizo, in fact.  Esto de las cosas que “son un lío” pero se pueden hacer y cuando se hacen merece la pena con creces es un poco la historia de nuestra revista. Eso y los tinglados raros, y mezclar tradición, campo y moderneo. Así que sí, este pasacalles quedará grabado para siempre en nuestra memoria, en nuestra historia y encarna un poco el espíritu de nuestra asociación. La gente, hay que decirlo, parecía tan emocionada como nosotras y tampoco creemos que puedan olvidarlo fácilmente. Sobre todo los que recepcionaron los caramelos que íbamos lanzando con la cabeza, que alguno hubo (perdón).

Foto de Carmen Abril

Hubo reggaeton antiguo, algo de electrónica, y mucho verbeneo. Amygdala, Badgyal, Tego Calderón; Follow the leader, Maricarmen, Infinity…Fue precioso veros las caritas desde arriba, generando pogos amistosos, empinando la bota de vino y grabando vídeos con incredulidad para que vuestros amigos que al final no habían venido pudieran crédito a lo que se habían perdido al día siguiente. Fue precioso, al bajar, el comentario de Santi (Delameseta). Vino a decir que se había emocionado viéndonos ahí, haciendo real y tangible todo lo que predicamos. La cosa va más allá de publicar artículos. LPR siempre ha querido ser más que una revista. Tampoco sabemos exactamente lo que queremos ser, pero más que una revista, seguro.

Foto de Nicol Siné

 Una comunidad, un movimiento, un estallido de casticismo chulo que alumbre la idea en las cabezas jóvenes de lxs castellanxs de que es divertidísimo -y todo un lujo- estar en un pueblo, juntos, celebrando simplemente el ser de aquí. Eso es lo que emocionó a Santi y lo que nos emocionó a nosotros también, al oírle, y me emociona a mí, ahora, al pensar  en ellos y escribirlo. 

Foto de Nicol Siné

Estamos haciendo cosas valiosas. Esto se supone que lo tienen que decir los demás y no uno mismo, pero no me importa. Estamos haciendo cosas valiosas. La fiesta no es solo la fiesta. Esto lo saben bien en las jornadas de la matanza. Detrás de la fiesta, por encima de la fiesta, está la unión, el rito, las personas, el territorio, la emoción, la comunidad. La despoblación en Castilla es un problema gravísimo y no va a resolverse con un par de fiestas, por épicas que sean. 

Foto de Carmen Abril

 Pero atizando y echándole leña al sentimiento de castellanidad al menos estamos contribuyendo a una cosa importante: desterrar el mito de que vivir en el rural implica renunciar a un ocio de calidad. Desterrar el mito de que a los castellanos jóvenes les da igual su tierra y ni la conocen ni tienen intención de hacerlo. El mito de que los castellanos no defienden lo suyo. De que vamos a dejar morir Castilla poco a poco y sin rechistar. No es el caso. Estamos aquí, la queremos, nos queremos (¡¡os queremos!!). Vamos a cambiar las cosas, aunque sea un poco. Aunque sea poco a poco. Esto es sólo el principio.

Foto de Miguel Seisdedos
Foto de Cristina Corredera

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