Marina y la memoria atávica de la lana

ovillos de lana de colores

Fotos: Lucía Burón

Atavismo

Nos topamos en Instagram casi por casualidad con el reportaje que Lucia Burón (una de nuestras fotógrafas favoritas, y palentina) le hizo a Marina sobre su proyecto. Las fotos son sublimes. En ellas aparece Marina, tan seria que parece querer decir algo serio y muy importante, como una viajera del tiempo que trae un mensaje crucial para el futuro. Investigamos, y resulta ser precisamente así: La memoria atávica de la lana, el vídeo donde Marina despliega su proyecto, nos deja boquiabiertas (os recomendamos encarecidamente que le dediquéis un rato a verlo, es una maravilla).

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Para comenzar desgrana las bases conceptuales que lo construyen. “Atavismo, atávico” es un concepto que -irónicamente- se está perdiendo y que quiere decir comportamiento heredado, conscientemente o no, de generaciones pasadas. El formato del vídeo, tan reposado, y su contenido, tan profundo, nos entusiasman, aunque el conjunto no deja de resultar algo melancólico. No puede en realidad dejar de serlo pues, por preciosa que sea la idea, el poso conceptual es triste; es el olvido, la pérdida, el Alzheimer cultural que aqueja al mundo rural.

Decidimos que hay que hablar con Marina. Nos recibe en el parque de su pueblo, Cevico de la Torre. Llevamos unas cervezas y unas pipas como ofrenda a su amabilidad. Nos sentamos en un banco, ella en la acera de enfrente, bastante separada. Han tenido sustos con el COVID en Cevico y hemos tenido que aplazar la entrevista por ese motivo, así que hay que andar precavidas. Empezamos a charlar

Entrevista

Para empezar, enhorabuena porque el proyecto no puede ser más guay ni más necesario, tiene todo lo que se puede pedir: contestación a un problema social, trabajo profundo de documentación, artesanía, buena labor de difusión…a nosotras nos tienes fascinadas y vemos que no somos las únicas. El proyecto ha hecho un recorrido amplísimo entre exposiciones, talleres, residencias… ¡estarás muy satisfecha!

Sí, el proyecto ha gustado un montón. A los más mayores les trae recuerdos y los jóvenes flipan, dicen “a ver que es esta cosa tan rara”…Pero eso también es cuestión de moverlo al principio, yo en cuanto lo presenté en Barcelona empecé a presentarlo a mogollón de propuestas, de residencias artísticas, de premios, y salieron muchas cosas y ahora ya va todo muy rodado con el boca a boca.

 

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Chica en el campo con ovejas de fondo

¿Cómo surgió todo?

Pues yo estaba en Barcelona, estudiando un ciclo superior de tres años en arte textil. Venía de pasar un año en República Checa haciendo un voluntariado europeo, antes de eso había estudiado Bellas Artes en Salamanca y pasado un año en Alemania de erasmus. Y no sé muy bien cómo se mezcló todo en mi cabeza para que surgiera el proyecto, pero creo que estaba un poco cansada de recorrer mundo. Y como que me dije “de dónde soy”; yo siempre he tenido muy presente de dónde vengo y siempre como que he chuleado un poco de ser de pueblo; entonces dije “por qué no conecto las dos cosas que más me gustan, que al final son mis raíces y el textil” , y surgió la idea. Era mayo y justo tocaba el esquileo de la lana así que me dije “pues me voy al pueblo a ver qué pasa con la lana».

 

O sea que, aunque siempre has tenido apego por lo rural, fue una especie de giro en tu trayectoria artística

 

Sí, porque además en el ciclo no nos enseñaban a cardar ni a hilar, ni las labores más básicas del textil. Y yo estaba aprendiendo muchas cosas de fuera y con la mirada puesta pues en otros sitios, y a veces me decía, “jo, estoy aprendiendo todas estas cosas de fuera y luego llego a Cevico y no sé nada de allí”. Y creo que es algo que nos pasa a todos, que siempre tendemos a viajar y a aprender lo de fuera y luego no conocemos lo que está alrededor. Para mí fue como un click, que yo creo que lo activó eso, el echar de menos el pueblo y el darte cuenta de que hay un montón de cosas que se van a perder y tienen muchísimo valor. Para completar el proyecto de fin de ciclo, además del tapiz hice un diario de tintes, porque no quería que en lo formal (el tapiz) se perdiera lo material, como que me parecía que le tenía que dar un protagonismo especial a la materia, para que no se perdiese eso.

 

 Ya metida en la tarea de teñir me fui dando cuenta de que lo que quería era usar cosas de por aquí, que tuviera al alcance de la mano. Y leyendo libros de tintes previamente vi que hablaban mucho de la rubia “la Rubia Tinctorum” y un día ayudando a mi padre en el huerto, me doy cuenta al arrancarla de que la mala hierba, la indeseada, mejor dicho -porque no es que sea mala sino que no queremos que esté ahí- era rubia, de que eran raíces de Rubia ¡estaba el huerto lleno de rubia! Y es que hay muchísimo por aquí. Entonces decidí de que era un producto que podía sacar adelante, y aprovechar además para contar que es algo de aquí, como con la lana, para reivindicar que aquí tenemos productos que en el pasado fueron muy importantes y que están totalmente olvidados… Investigando, resulta que La rubia, el barrio de Valladolid, se llama así porque allí plantaban Rubia Tinctorum. Y que toda la zona de Cuéllar estaba llena de molinos para moler la rubia y no sé, es como que no se cuentan esas cosas, como que se han olvidado. En un artículo que leí decían que la gente que trabajaba en el campo, cuando era la época de recolectar rubia, dejaba lo que estuviera haciendo e iba a recolectar rubia porque ganaban mucho más dinero.

 

¿Y ya nadie se encarga de ella?

Que yo sepa no. La cosa es que, ofreciéndola a distintas tiendas online y así, te encuentras con que en casi todos los sitios la traen de India o de otros países, y muy barata. Lo que pasa es que esta además de tener el valor de ser de aquí tiene unas raíces muy grandes, añejas, que tienen mayor poder de tinción y las que traen de otros sitios suelen ser muy finitas porque las recogen de un año para otro.

 

¿Y es a lo que te estás dedicando ahora?

Bueno, también trabajo en Ledigos, en Vereda, un proyecto de unos amigos, que han montado una casa rural con fábrica de cerveza y vacas lecheras.

 

Cuando el proyecto no está expuesto, ¿dónde colocas el tapiz? Le tendrás un cariño enorme

Pues en una maleta, la verdad (risas). No, es que es lo más cómodo, porque además de andar moviéndolo entre exposiciones he estado hasta hace nada de mudanza, porque me he mudado con unas amigas a una casa de aquí del pueblo. Que, por cierto, está muy difícil conseguir vivienda en el medio rural, sobretodo alquilar, porque suelen ser casas antiguas y la gente es un poco reacia. Así que, entre estar de un sitio para otro y las exposiciones…lo tengo todo en una maleta; el tapiz, la lana, los aparejos…todo metido todo en una funda, con lavanda para que no coja polillas, aunque ahora quiero montar un taller de serigrafía en casa así que ya lo pondré ahí.

 ¡Háblanos un poco sobre el espacio Matrioska!

Pues son un colectivo genial, entre otras cosas ofrecen residencias artísticas y hacen un festival en verano, el Reina Loba. Y, bueno, solicité una residencia de 15 días allí, en Galicia y me seleccionaron. Y genial, porque en el pueblo había un señor que tenía ovejas; había sido zapatero y no sabía exactamente de qué raza eran, pero las cuidaba un montón. Ellos colaboran mucho con la gente del pueblo. El caso es que cuando llegué me tenían la lana preparada, recién esquilada…que por cierto es una lana distinta, más aceitosa, más suave que la de aquí. Y allí conocí también a unas señoras que me enseñaron a hilar, que recuerdo que me decían que yo hilaba fatal…(se ríe). Una de ella, Josefa, me regaló una rueca. Me enseñó a hilar fino y me hice muy amiga de ellas, del colectivo y de todo el mundo, fue muy bonito. 

 

Hay una frase al inicio del video en la que confiesas un poco amargamente que tuviste que aprender la técnica de hilado por Youtube. Mi pregunta es: Aunque sea triste ¿es o puede ser Youtube, de algún modo, una esperanza? ¿Un reservorio del saber universal, un tablón flotante al que asirse y sobre el que construir? Tendemos a demonizar las redes, pero yo creo que este es un buen ejemplo del valor positivo que pueden tener si sabemos dárselo.

Yo llegué al pueblo en mayo con la idea del proyecto en la cabeza y quería aprender de los demás, pero fue complicado porque aquí por lo general no hilaban, usaban la lana directamente para colchones y otras cosas. Una mujer del pueblo de mi padre si sabía, pero era muy mayor y al final no pude quedar con ella, entonces busqué en Internet “cómo hilar”. Y al principio fue difícil, pero al final…pues fui hilando.

Internet es una plataforma en la que se pueden registrar todas las cosas y que no se pierdan. En ese sentido creo que es muy importante, porque además es accesible para la mayoría de las personas. Por todo lo demás, en general, estoy un poco en contra de Internet, aunque es una herramienta al final, así que depende del uso, y el buen uso es siempre favorable para todos. De todas formas, siempre es mucho mejor el contacto físico, el aprender las cosas observando e interactuando en persona.

 

Aprenderías mucho más con Josefa que en YouTube

Claro, totalmente, porque al final hay un feedback, es un maestro que te esta observado, te dice…siempre es muchísimo mejor. No sé, yo me acuerdo al principio del todo, de adolescente, cuando me instalaron el Messenger…de pronto te veías hablando con tu amigo el de Sevilla y dices como puede ser… A nivel de comunicaciones impresionante, pero claro, hay que tener unas pautas…me acuerdo de que mi madre a las 8 me dejaba el ordenador, ¡pero es que yo quería ir antes! Y ahora que tenemos un móvil en la mano siempre…no sé. 

Y la compra por Internet…pues lo mismo…depende cómo se use, destruye los pequeños negocios, pero al final también hay tiendas pequeñas que surgen gracias a no necesitar local físico…hay que reinventarse, porque es la realidad. Lo del tema de las compras va un poco en la conciencia de cada uno. Al final yo, si voy a comprar unas pechugas, prefiero ir donde el carnicero, aunque luego compre otra cosa en otro lado… Y es la calidad de los productos. Es con lo que hay que jugar: si yo tengo un buen producto igual es más caro, igual tienes que venir hasta aquí a conseguirlo…ahí está la magia.

 

Hablando de esto, otra de las cosas que explicas en el vídeo es la devaluación de la lana a lo largo de la historia. Con los cereales y con la agricultura castellana en general ocurre lo mismo, que rara vez son rentables y suelen pervivir gracias al apoyo de subvenciones. ¿Hasta qué punto tiene que ver la despoblación con la improductividad del campo?, ¿Crees que unos hábitos de consumo nuevos, podrían ser claves para recuperar la rentabilidad de nuestra tierra y nuestras costumbres? En los últimos años empieza a revalorizarse lo local, lo hecho con tiempo…aunque de forma de momento bastante marginal ¿eres optimista respecto a esta tendencia?

 Pues es complicado. Mira, este año ni les han recogido la lana. Cuando fui con Lucia a hacer las fotos me decía Alejandro, el pastor de aquí, “mira a ver Marina, encuéntrame a alguien me compre esto…” Y es que es eso. Las fibras naturales han ido perdiendo valor por las sintéticas, que tienen un montón de posibilidades y son además más baratas…pero al final no es lo mismo y ese valor y todo el saber que tenía detrás se ha olvidado… Yo creo que se ha perdido a día de hoy bastante el contacto con la naturaleza, el saber lo que es, valorarlo…Porque ser ganadero es trabajar de lunes a lunes y es sacrificado, aunque haya evolucionado la mecanización. Y a nivel medioambiental tiene mucho valor también: sales al campo y hay caminos por los que ya no se puede seguir porque están lleno de hierbas. 

Al final hay que reinventar eso, hay que reinventar el producto que es la leche, a cuánto se paga, los pellejos de los corderos, la lana…es que es costoso y al final la gente quiere las cosas automáticas, trabajar ocho horas y fuera…Y hay que reinventar eso. Tampoco tiene por qué ser tan sacrificada la ganadería, por ejemplo, pueden coger dos familias un rebaño de ovejas y es como dividir las cosas. No sé, ir repensándolo todo, pero que no se pierda. Que luego estás una tarde en la huerta en contacto con la tierra y te trae más satisfacción que tomarte 4 cubatas y tener luego un resacón…Hay que tener un poco de cada. Yo al principio, al volver, fue complicado, porque estaba acostumbrada a la ciudad, el ruido, pimpam…pero luego vuelves aquí y te encuentras una tranquilidad y un contacto que dices “joder, si es esto, es lo que yo había perdido…” Creo que tenemos que ser muy conscientes los jóvenes y espabilar para que no se pierda todo ese saber, esa riqueza, esa forma de vida…

 

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Chica rodeada de ovejas

A veces, también, es como que nos dan miedo los mayores…

Cuesta, cuesta mucho, hay ahí un racismo de edad…cómo se le llama…Generacionismo. A mí personalmente no me pasa, estar con gente mayor me encanta. También trabajé en una residencia de ancianos que hay aquí y es cierto que tienes que tener paciencia, pero es precioso. Un señor que se murió hace poco, Torino, se sabía qué santo era todos los días. Pero pasa también con nuestros padres, estamos como “na, déjame en paz”, pero al final se va a aprendiendo con el tiempo, les vas escuchando más…porque sabes que eso se va a perder si no.

 

¿Qué nuevos proyectos tienes en mente?

Muchos, siempre tengo muchos. Respecto a la memoria atávica de la lana, seguir moviéndolo y llevándolo por los sitios, porque yo creo que a la gente le gusta mucho, sobre todo lo de los tintes, así que me gustaría hacer talleres de teñido. Quiero montar el taller de serigrafía…¡Ah! también colaboro con el  Bloque Joven Rural, que es una asociación palentina que se formó a raíz de la manifestación en Madrid de la Revuelta de la España Vaciada, no vacía. Localizamos problemáticas en el mundo rural y llevamos a cabo acciones sociales que intentan poner soluciones, organizamos eventos, hacemos un poco de todo…Y bueno, no sé, seguiré trabajando por aquí, cada vez sabiendo más, interesándome por lo que me rodea…quiero seguir aprendiendo y contribuyendo a que haya una memoria de todas estas cosas.

 

¿Algo más que decir para terminar, algo al respecto del castellanismo?

Hay muy poco. Hay muy poco orgullo de la tierra, se tiene la imagen de que es siempre lo mismo, un sitio de paso, que nunca pasa nada… Además, hay muchísima gente que se ha ido, pero es que también hay muchos que se han quedado aquí y les importa una mierda todo. Viven aquí y ya está, no quieren saber más. Pero bueno, sí que hay cada vez mayor movimiento últimamente.  Y “gracias” al coronavirus por decirlo así, la gente está valorando mucho más el medio rural…

 

¿Eres optimista pues?

¡Ay! Pues yo suelo ser pesimista, la verdad…(risas) pero sí, más o menos soy optimista con esto. Creo eso, que hay que ser paciente e ir dedicándose a las pequeñas cosas. Por ejemplo, yo creo que empujar el carro de la compra es ya un acto político, que individualmente es como se puede cambiar el mundo. Querer cambiar el mundo a lo bestia es terminar frustrado. Tú desde tu punto de vista, desde tu día a día, ahí es donde puedes cambiar las cosas. Yo a veces me frustro, porque aprendes cosas y dices “joe, cuánto se está perdiendo, no somos conscientes…” Hay que hacer el click y darse cuenta. Y seguir trabajando

Despedida

Seguimos charlando de todo un poco, de coronavirus, de cosmética natural, de plantas que se pueden usar de por aquí, de gallinas…ya casi no hay luz. Nos terminamos las últimas cervezas, nos recomendamos algún libro y para cuando levantamos campamento y vamos, acompañadas por Marina, hacia el coche, ya es del todo de noche.

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