Mascaradas y ritos paganos: La visparra de Vigo

Texto: Carmen Abril

Fotos: Nico Rodríguez y Miguel Seisdedos

Introducción básica

Las mascaradas son ritos ancestrales paganos cuyo origen se desconoce, aunque se sabe que está íntimamente relacionado con los cambios estacionales (equinoccio de primavera y de invierno), es decir, con los ciclos vegetativos que marcan tradicionalmente los ciclos de trabajo de los hombres. Si muchas coinciden con la Navidad es precisamente porque son anteriores a la Navidad (es un dato sabido que se fijó el 25 de diciembre como nacimiento de Jesucristo para no alterar demasiado el calendario festivo pagano). 

foto de Nico Rodríguez

Uno de los rasgos comunes a todas las mascaradas es precisamente el de ser únicas y particularísimas en todas sus formas y ritos. A pesar de esto, nos atrevemos a afirmar que existe una cierta raíz conceptual compartida. Las mascaradas son representaciones populares, festivas y burlescas que se celebran a lo largo y ancho del mundo desde tiempos inmemoriales.

foto de Nico Rodríguez

 Son famosas las de Bulgaria y Rumanía, se conocen también algunas de origen indígena en Latinoamérica y África, en Islandia…como muchos investigadores señalan, la burla es un universal cultural y precisamente las mascaradas son el ritual más burlesco e irreverente que existe, llegando en muchos casos a tomar el orden establecido y la autoridad como objetos de ironía y risa. En la península ibérica, además de “asustar” a vecinos y forasteros curiosos (y de llenarlos de ceniza o harina), las comparsas habitualmente representan tipos sociales con cierto revestimiento satírico (el ciego, la novia, el cura, los demonios, la vieja, los soldados…).

foto de Nico Rodríguez

Algunas sirven también para celebrar el paso de la infancia a la adultez y guardan papeles especiales para los quintos de la comunidad (los que ese año cumplen 18), de manera que éstos puedan lucirse y camelar, y surjan de esta festividad nuevos enlaces y ajuntes. 

Todas las mascaradas han ido inevitablemente evolucionando con el tiempo e incorporando elementos nuevos a sus representaciones. Todas han conservado a su vez ciertos elementos ancestrales primigenios, anteriores al cristianismo (la utilización de aperos del campo y de cuernos o crines del ganado, por ejemplo). Muchas se han perdido. Es imposible saber cuántas. Algunas, como el entroido del que nos hablaba Edilberto*, estuvieron algún tiempo olvidadas y fueron un buen día recuperadas por una generación más curiosa y más dispuesta que las anteriores.

foto de Nico Rodríguez

Actualmente hay en Castilla y León cerca de 50 mascaradas de invierno diferentes, de las cuales, 20 se concentran en la provincia de Zamora. El resto se reparten entre Ávila, Burgos, León, Palencia y Soria. En el caso de las mascaradas zamoranas es de reseñar la notoria influencia bilateral con las mascaradas del norte de Portugal, (hermano fronterizo y cultural de la provincia) y que recientemente se han unido todas en una federación provincial, Mascarza. En Castilla-La Mancha la cifra baja, celebrándose en torno a 30 de lo que allí se denomina Botargas, que muchas veces van acompañando romerías religiosas, que sazonan aún así con trajes coloridos, vino y bromas.

foto de Miguel Seisdedos

Nuestra introducción

Nosotras descubrimos la existencia de las mascaradas hace sólo un par de años, a través de Nico Rodríguez. A él, por cierto, casi puede decirse que este ritual hiper estético lo introdujo en la fotografía, tal como nos contaba en esta entrevista. 

Empezamos así, reconociendo nuestra propia ignorancia, a parte de porque nos da igual todo, porque creemos que nuestra experiencia es representativa: la mayoría de los jóvenes castellano y leoneses desconocen estos rituales fantásticos que tienen lugar cada año en ciertas zonas rurales de su comunidad. Quizá en Zamora, la provincia que más mascaradas alberga, esta realidad se debilite y desconocemos si en Castilla-La Mancha, donde se celebran las Botargas, primas hermanas y mascaradas al fin y al cabo, se abraza con más cariño y fervor esta representación cultural valiosísima.

foto de Nico Rodríguez

 Nosotras estamos descubriendo poco a poco este mundo, que es infinito y maravilloso y de verdad que os animamos a hacer lo propio. Fuimos a Los cucurrumachos de Navalosa en 2022 y entrevistamos a Edilberto Rodríguez* en 2023 sobre la recuperación del entroido de la Sierra de la Cabrera (para los más vagos, ¡está en formato podcast!). Encontramos ciertos puntos en común entre unas y otras, aunque, insistimos, lo más significativo es precisamente lo particular y única que es cada una de estas representaciones, cuyo nombre, personajes, formas, colores, canciones y ritos varían enormemente de pueblo en pueblo, aunque estos sean vecinos a escasos Km.  En La perdiz roja estamos fascinadas con este universo cultural ancestral -y sobre todo ultra colectivista- y sólo pedimos a la vida que nos de tiempo y energía para, una por una, ser capaces de conocerlas todas.

La visparra de Vigo de Sanabria

foto de Miguel Seisdedos

El pasado 26 de diciembre, gracias a la providencia y sobre todo a una amiga que tiene casa allí (¡gracias, Elena!), estuvimos en Vigo de Sanabria. Allí se celebra La Visparra. Nadie sabe exactamente desde hace cuánto tiempo, como con todas las mascaradas, pero lo que sí se sabe es que estuvo a punto de desaparecer en los años 70. Algunas mascaradas, como el entroido de la Cabrera, fueron prohibidas durante el franquismo; otras, como la botarga de Albalate de Zorita, pudieron permanecer a condición de sustituir sus tradicionales colores por el rojo y amarillo nacionales, pero en el caso de La visparra de Vigo el motivo no fue la prohibición sino el éxodo rural y la falta de continuidad por parte de los vecinos. Hubo un intento de recuperarla en el 94, pero no fue hasta hace unos pocos años cuando se logró por fin organizar y llevar a la realidad de nuevo La visparra con toda su fuerza

foto de Miguel Seisdedos

Vigo es un pueblo que ronda los 150 habitantes, pero esta cifra se transforma en casi 800 en verano. Muchos de los participantes en la tradición son ahora residentes del pueblo sólo en verano y algunos findes al año, pero esto no les ha quitado de recuperar, sacar brillo y dar vida de nuevo a una de las tradiciones más especiales de su historia. Y tiene pinta de que seguirá siendo así, de hecho, había un puñado bien generoso de visparrines en la comitiva. 

foto de Miguel Seisdedos

Esa misma mañana, a pocos kilómetros, se había celebrado el Zangarrón de Sanzoles, envuelto en niebla espesa. La visparra, que daba comienzo a las 17:00, fue en cambio iluminada por un generoso sol de invierno. Esta mascarada gira en torno a la filandorra, figura encarnada por el dueño del bar del pueblo y el custodio del Museo de La Visparra, que, disfrazado, guardaba un tremendo parecido a la madre de Brian en La vida de Brian. .

foto de Miguel Seisdedos

La quedada general era en la ermita, donde los participantes terminaban de vestirse, se explicaba a los niños detenidamente quién estaba debajo de cada máscara para que no se asustasen y se empezaban a agitar cencerros y a gastar bromas. 

foto de Nico Rodríguez
foto de Nico Rodríguez

Figuras importantes de La Visparra, además de la filandorra: 

El ciego, representa a la clase trabajadora y sufridora y lleva, además de una máscara de tela de saco (sin huecos para los ojos), un atado de paja en el trasero que cada poco prende en llamas que apaga después, tirándose al suelo estrepitosamente. También lleva un zurrón lleno de harina para enharinar a quien considere. Nuestra amiga Elena nos confiesa que este ciego aficionado a la auto piromanía protagonizaba muchas de sus pesadillas durante la infancia.

foto de Miguel Seisdedos
foto de Miguel Seisdedos

Los soldados, en este caso vestidos de militares, escoltan a otra de las figuras principales, el cura, que representa a la autoridad.

foto de Miguel Seisdedos

Los visparros envuelven y alborotan la comitiva, cada uno con su máscara única, hecha a mano con cintas de colores y telas recicladas de prendas viejas. Van armados con horcas de punta redondeada, pensadas para no herir pero sí hostigar. 

foto de Miguel Seisdedos

Las talaqueiras, una especie de fusión entre visparro y vaca, dan vueltas sobre sí mismas para lucirse y embisten a los forasteros con cuidado de no hacerles daño. 

foto de Miguel Seisdedos
foto de Miguel Seisdedos
foto de Miguel Seisdedos

Cuando todos están reunidos (ya han pasado hace rato las 17:00, pero las cosas en el pueblo van despacio), se tañen las campanas, los que tienen cencerros en el traje los agitan, el tamborilero y el gaitero comienzan a tocar  y todos juntos entonan una canción que anuncia la llegada un año más de La visparra y que dice en una de sus estrofas “bailemos todos por nuestras calles hasta el amanecer”. Es una bobada, pero a mí esto de nuestras calles en un sentido literal (este es nuestro pueblo, estas calles son nuestras, haremos en ellas lo que nos plazca), sentir que ya casi parece exclusivo de los pueblos, me resultó muy emocionante. 

foto de Nico Rodríguez

Después de la canción cantada a coro por los vecinos, La filandorra advierte en buen tono de voz: “A ver, los visparros tienen que molestar y las talanqueiras tienen que embestir, y los de fuera tienen que tolerar”. 

La procesión comienza y estallan los gritos, las persecuciones, las cencerradas y los harinazos. Obedientemente, los visparros molestan, las talanqueiras embisten y los de fuera toleramos.

foto de Miguel Seisdedos
foto de Miguel Seisdedos

La comparsa avanza alegre y alborotadamente, a mí me quitan la boina unas siete veces y me embisten otras tantas. Laura Merayo, nuestra pintora zamorana favorita, está también aquí y se ríe de nosotros “eso os pasa por decir que Astorga es de Castilla”. Nos llenan de harina y nosotros respondemos disparando fotos, que es a lo que hemos venido. El padre de mi amiga, envisparrado, advierte “¡A por esos, que son del New York Times!”.  Nos reímos como nunca y a mí me hace feliz ver a mi alrededor gente de edades tan distintas disfrutando juntas de un ritual tan bonito, tan brutal y tan tierno.

foto de Miguel Seisdedos

Las montañas enmarcan la comitiva, y el sol las tiñe de un rosa anaranjado. Empieza a apretar el frío pero ninguno de nosotros se da cuenta, acalorados como estamos entre tanta violencia ficcionada.  Algunas casas de piedra ya medio derruidas nos observan con nostalgia.

foto de Nico Rodríguez

La procesión va de la ermita a la iglesia, donde tendrán lugar “los casamientos”, una tradición exclusiva de Vigo. El cura y su comitiva se suben a la torre del campanario y desde allí, en verso, van emparejando a los jóvenes solteros del pueblo. Las rimas están hechas con cariño, gracia y respetando las orientaciones sexuales de lxs chavales, cosa que se agradece. Es un gesto muy enternecedor que desde el pueblo tengan fichados y se acuerden de mencionar a todos y cada uno de los jóvenes, incluso cuando muchos de ellos no están presentes. 

foto de Nico Rodríguez

Después de los casamientos, otro de los hitos de la festividad. Con las últimas luces la procesión se dirige al río, que está atravesado por un puente precioso, y dos de las talanqueiras se aventuran a meterse en el agua hasta la cintura.

foto de Nico Rodríguez

¡¡Xixa pal' garabito!!

 Todos les coreamos y les freímos a fotos porque la estampa lo pide a gritos. Desde el puente, los visparros que no se han atrevido a desafiar al frío y los resfriados los miran con admiración.

Queda uno de los ritos que, si bien ahora se mantiene por tradición, antaño era fundamental para continuar con la juerga. La comitiva va de casa en casa cantando y solicitando aguinaldo (chorizos, pan, salchichón, orujo). Entonan al unísono una canción:

«Esta casa sí que es casa y estas si que son paredes

Y los dueños que están dentro

Tienen buenos procederes

Buen amigo, buen vecino

Luego tomamos un vino»

A lo que se añade «¡¡Xixa pal’ garabito!!»

foto de Nico Rodríguez

Los habitantes de la casa, normalmente los niños, salen con las viandas que quieren donar y los visparros ofrecen sus horcas para que acomoden en ellas los chorizos, las hogazas  o las cañas de lomo. 

Horcas llenas, se pone rumbo a las escuelas, ahora reconvertidas en el Museo de La Visparra y el centro cívico. Allí lleva construido desde la mañana El ciego, que no es en este caso la inquietante figura que se prende fuego a sí misma, sino un enorme monigote de paja de unos 4 metros ataviado con un collar de manzanas. 

foto de Miguel Seisdedos

Se le prende fuego. Todos juntos, filandorra, cura, soldados, ciego, visparras y talanqueiras, cantan a coro al pie de la figura en llamas y el conjunto nos hipnotiza a todos, que, aún a sabiendas de que están empezando a repartir chocolate caliente en el interior de las antiguas escuelas, nos quedamos embobados mirando el monigote arder y al pueblo cantar. 

foto de Miguel Seisdedos

En fin. Una maravilla. Todo lo que implique que un pueblo entero se junte y haga algo simplemente por divertirse es bueno. Pero si por el camino, además, van implícito el reirse un poco del sistema y el reivindicar la complicidad y solidaridad entre los vecinos, es mejor. Y si a todo esto se le añade el cuidado y mantenimiento de unas prácticas culturales ancestrales, diseñadas cuando aún nos regíamos enteramente por los ritmos de la Naturaleza, pues apaga y vámonos. A por el chocolate.

foto de Miguel Seisdedos
foto de Nico Rodríguez

Anexo: sobre Vigo de Sanabria

Cosas que me contó el padre de nuestra amiga, Jose Luis, mientras visitamos el museo de la Visparra, chocolate en mano. Vigo es uno de los 4 pueblos con acceso directo al Lago de Sanabria. Es el único cuyo límite geográfico incluye, de hecho, parte de las aguas del lago. Esto es importante, no es poca broma, explica, porque antaño, lo que tu vecino pescase no lo pescabas tu. Y no pescar era igual que no comer. Hace no tanto, insiste, la riqueza era la comida que se extraía de la naturaleza. “La riqueza estaba en el ganado, no como ahora que la riqueza está en la bolsa de Hong Kong. Aquí en los años 60 había 1.000 vacas y 11.000 ovejas y cabras. Además, esta zona vivió una época muy buena, porque en el sXVII, cuando toda España estaba en declive (entre otras cosas, porque la lana se devaluó), aquí se dieron cuenta de que se producía muy bien el lino, que necesita de tierras encharcadas, como el arroz. 

foto de Miguel Seisdedos
foto de Miguel Seisdedos

Aquí hay agua de sobra, así que se empezó a plantar y a producir lino (en el museo de hecho, hay máquinas antiguas de preparación e hilado de lino) y se vivieron años de mucha bonanza, por eso un pueblo tan pequeño como este tiene dos iglesias.

Es curioso porque aquí, cuando el rey Ordoño III de León mandó a repoblar a unos curas, se encontraron con que aquí ya había habitantes, y estaban todo el día a vueltas con los curas, se ve en los escritos antiguos. De hecho, el pueblo entero está delimitado por menhires pequeños de piedra, que aquí se llaman marras, como en euskera. Amarratorio es todo el territorio dentro de marras, es decir, el término municipal. Y…” La historia de Vigo da para un artículo aparte, pero de momento lo dejamos aquí. Si no lo habéis hecho nunca, de verdad, id a ver una mascarada. Hay varias en época de carnaval y en Zamora están las únicas celebradas en verano. En serio os lo decimos: coged a vuestro amigo más friki de la antropología e id a ver una mascarada. Será la primera de muchas. 

foto de Miguel Seisdedos
foto de Miguel Seisdedos

LPR es una revista gratuita y autogestionada, así que el apoyo que nos dais es fundamental para que podamos seguir recorriendo y contando Castilla de una forma diferente.

¿Has visto la newsletter castellana?

Suscríbete a nuestra comunidad castellanista y estarás al tanto de todas las novedades: nuevos artículos, nuevos productos en la tienda y más ventajas.

¡Únete a la familia LPR!