Nuestra primera vez
Estas intrépidas exploradoras del vasto territorio castellano tenían una cuenta pendiente con Los Sanjuanes de Soria desde que empezó el proyecto. Llevamos desde entonces escuchando las leyendas: “Son las fiestas más bestias del mundo, es una locura, no os hacéis una idea, tenéis que vivirlas…”. La fecha siempre nos pillaba a contrapié, pero esta vez Kogor, nuestro rapero y guía local favorito, nos echó un lazo irrenunciable ofreciéndonos un bolo como djs (pinchamos y somos muy divertidas, ¡contratadnos!). Este año y gracias a él, nuestra cuenta con los Sanjuanes ha sido por fin saldada: los hemos vivido. Aunque creo que lo correcto sería decir que nos hemos asomado, pues nuestra incursión ha tenido más de pulgar en el agua que de inmersión. Dejamos una introducción más completa pendiente para el futuro aunque, hay que reconocerlo, la afrontaremos con cierto respeto porque la piscina cubre. Los Sanjuanes son, efectivamente, la fiesta más bestia que hayamos visto nunca con nuestros ojos.
Pero vamos a ser primero un poco didácticas, que nos pierde a veces la autonarración por aquí.
Cuestiones fundamentales en torno a los San Juanes
Para empezar: ¿Por qué las fiestas de Soria son los Sanjuanes si el patrón de la ciudad es San Saturio, el ermitaño que vivió en las cuevas sobre el Duero y que da nombre a la ermita -en nuestra opinión- más bonita del mundo?
Pues porque San Saturio como patrón de Soria fue establecido por el Vaticano en 1952 y los pobladores de Soria llevan celebrando San Juan probablemente desde antes de que el propio Juan Bautista naciera. Hablamos de algo tan ancestral, natural y rotundo como el solsticio de verano, aunque la iglesia santificara pertinentemente la fecha después.
San Saturio siempre ha sido un santo muy querido en la ciudad y se celebra el 2 de octubre con una romería religiosa, pero los Sanjuanes están grabados en el ADN de los sorianos desde tiempos inmemoriales (aunque los primeros registros sean del siglo XIII). Cuando el buen tiempo se instaura no apetece otra cosa que juntarse en el campo, bailar, comer, reír, beber, celebrar a la luz de las estrellas…no es una cuestión de santos patronos ni de ritos paganos, sino de lo que piden los cuerpos.
Otra pregunta importante que seguro que no os hacéis pero hemos descubierto que es importante responder, ¿Cuál es la diferencia entre las peñas y las cuadrillas?
Estamos acostumbrados a oír cuadrilla como grupo de amigos, especialmente en el norte, y peña como agrupación más formal (aunque también amistosa) que se une en fiestas bajo un mismo uniforme, nombre, logo…pero en Soria las cuadrillas son agrupaciones vecinales distribuidas por barrios que organizan las fiestas. Las peñas son un añadido posterior, moderno, pero las cuadrillas llevan organizando, no sólo las fiestas, sino tradicionalmente otras cuestiones de convivencia, como la limpieza de las calles, desde mucho antes. Cada cuadrilla tiene su pareja “presidencial”, los jurados, que presentan su candidatura cada año y se eligen entre los vecinos. Hacen las veces de alcaldes, organizan y gestionan las distintas actividades. Hay más cuadrillas que peñas. Las peñas -sólo seis- son muy grandes y las cuadrillas más pormenorizadas. Son ellas las que organizan entre otras cosas los Agés, que ahora mismo os contamos lo que es.
¿Cuándo empiezan los san juanes?
Técnicamente, el Miércoles de Pregón. En la práctica, desde principios de mayo(¡!), con el nombramiento de los jurados y El catapán, y durante todo junio: los pre Sanjuanes son toda una cosa. Durante todo el mes de junio (a excepción del finde inmediatamente anterior, que se deja libre por si las inclemencias del tiempo obligan a desplazar los Sanjuanes) se celebran El Desencajonamiento, el Lavalenguas y La compra, todos ritos relacionados con los 12 toros, uno por cuadrilla, que se sacarán el jueves desde Valonsadero y se correrán el viernes y se repartirán el sábado. Esto hay que apuntarlo desde ya. Los Sanjuanes giran absolutamente en torno al mundo taurino. Los toros son siempre los protagonistas del cartel de las fiestas y las actividades en torno a ellos marcan el compás de las mismas. Esto puede gustar más o menos, pero el hecho es que es así. En concreto La saca, que no llegamos a ver, tiene pinta de ofrecer una estampa bonita y costumbrista. Pero no adelantemos acontecimientos.
El miércoles todas las cuadrilla desfilan por la dehesa (el parque principal de la ciudad, que es precioso), se da el pregón y se cantan las sanjuaneras, un conjunto de cantes populares que se recogió en 1954 gracias a un concurso organizado por el ayto. Las podéis consultar aquí. Las más famosas: Viva Soria, A la saca, Los Agés, El Cachirulo, Con la bota, Adiós San Juan…
Jueves: La saca
¿Cuál es el día/evento más importante de Sanjuanes?
Depende a quien le preguntes pero, por lo que nos han contado, El jueves de La saca,es quizá el hito más emblemático y del que la gente de Soria habla con más emoción. A pesar de las ganas que se han ido criando todo el mes de junio, nos cuentan que casi todo el mundo se va pronto a casa el miércoles para madrugar y participar en La saca estando frescos. Es probablemente una de las tradiciones más antiguas y, por lo mismo, una de las más polémicas en el contexto actual. Bien pronto por la mañana, se da suelta a los 12 novillos que se habían seleccionado y repartido por cuadrillas durante los ritos celebrados el mes anterior, y se emprende una marcha con ellos desde el campo hasta la ciudad (en el caso de Soria esta frontera es de sólo 8 km). Varios caballistas los escoltan y miles de sorianos los acompañan y cuando se llega al casco urbano y las calles se estrechan, se corre a modo de encierro. Puede recordar al polémico y cuestionable Toro de la Vega, prohibido ya, pero en este caso no se trata de una persecución a muerte del animal, sino literalmente de una especie de pastoreo colectivo que desplaza la manada de un punto a otro. Los novillos se llevan hasta la plaza de toros y allí se quedan hasta el día siguiente.
Viernes de toros
El Viernes de Toros, los toros se lidian y la fiesta desborda las calles aledañas a la plaza desde por la mañana. Mucha gente se disfraza, y niños y mayores comparten la calle aunque es cierto que para la tarde, que es cuando nosotras llegamos, ya casi solo quedan jóvenes y el ambiente empieza a estar caldeado de verdad.
Cuando decimos “desbordan las calles” queremos decir de verdad. En la vida hemos visto una calle tan llena como la principal de La zona. Esta hace una curva pronunciada hacia abajo y vuelve a subir de manera que, si te sitúas en uno de los extremos, ves la calle completa,una caldera hirviendo, repleta de gente. A ojo de buen cubero, por lo menos 8.000 personas. Nos zambullimos con ganas en ella, y sí cabe decir que nos sorprendió la falta total de seguridad ante cualquier emergencia. No se veían ni ambulancias ni cuerpos policiales, ni tampoco, cabe decirlo, demasiados contenedores. Todo era un poco un sindiós, un desmadre, un descontrol y a mi me hizo pensar en la teoría de Beck en La sociedad del riesgo (a más libertad, menos seguridad, y viceversa).
La falta de control podría resultar inquietante si se pensaba en ello, pero desde luego no se podía negar que aquello era una fiesta bien prendida y que todo el mundo estaba a sus anchas y agustísimo. Cada bar tenía su soundsystem a todo trapo, su dj y su barra en la puerta. Si te cansabas de uno, a pocos pasos -aunque darlos no era tarea fácil- podías pasar al siguiente y al siguiente y al siguiente. Si continuabas hasta el final de la calle, donde se adivinaba la plaza de toros (en la que por cierto había una gran pancarta que rezaba Tengamos la fiesta en Igualdad), los akelarres patrocinados por bares desaparecían para dejar lugar a auténticos teteos de callejón en torno a coches con unos equipos de sonido que por poco nos tiran al suelo (el que no sepa lo que es un teteo de callejón que escuche más Tokisha) y en los que había un ambiente más real que en toda la calle junta. Nunca he visto tantas botas de vino en una tarde. Normalmente somos las únicas que las llevan y a la gente le llaman la atención. Aquí, además de haber cien mil, cada bota era un mundo. Casi todas estaban complejamente pintadas (después nos enteramos de que en los Agés se llegan a subastar por más de 2.000 euros) y muchas de ellas parecían tener de 3 a 4 litros de capacidad.
Todo el mundo estaba como loco. Esto, tengo que decirlo, me dio mucho gusto. Estoy un poco cansada de que en cualquier fiesta, del tipo que sea, un 60% de los asistentes guarde las formas y se dedique a fumar con indiferencia y a comentar cosas con el de al lado. En su momento de máximo furor, a lo sumo, sacan el móvil para grabar un stori del ambiente a su alrededor. LA FIESTA SE HIZO PARA EL BAILE, PARA EL ARREJUNTE, PARA HACER EL TONTO Y EL BRUTO Y DESMADRAR (Lo dicen Rodrigo Cuevas y El nido en Tucucu (“¡¡mueve más el culo, no te hagas el guay!!”). Hacía mucho que no estaba rodeada de una multitud que estuviera, todos a una y con mucha fuerza, moviendo el culo, de fiesta. Hace poco el reguetonero Mora decía en una entrevista para El País que “ya nadie perrea”. Pues Mora debería ir a la zona de coches del Viernes de Toros. Ahí sí se perrea.
No sé
No sé. Estoy un poco en conflicto con esto porque efectivamente muchas cosas en los San Juanes podían resultar demasiado vastas (ahora explicamos lo de los Agés), pero ¿de verdad el postureo influencer madraca es mejor que el garruleo máximo soriano? qué preferimos ¿lo estética y moralmente bueno, pero soso y plastificado, o lo auténtico y ancestral, pero bestial?
Por aquí ya lo hemos dicho en ocasiones, el consumo de animales no nos parece mal, pero sí creemos que se los ha de tratar con la mayor dignidad posible y el entretenimiento en torno a la muerte de un animal nos parece algo prescindible a día de hoy (en que hay taaantos otros entretenimientos posibles). Entendemos que la tauromaquia ha sido cultura (no se puede negar, porque cultura es lo que se cultiva y han sido cientos de años de cultivo de formas, costumbres, trajes, normas y códigos), pero que quizá ha llegado ya el momento de dejar de cultivarla. Las manifestaciones culturales también caducan, algunas se vuelven obsoletas y pasan a ser archivo, memoria, pasado. Y no pasa nada. En Soria están muy a tope aun con el tema taurino y no parece que lo consideren caduco ni obsoleto, pero es cierto también que, en el caso de los Sanjuanes, la muerte del toro no constituye sólo un entretenimiento, sino que también se desgrana en un acto de aprovechamiento y de comunidad.
Vamos a explicar ya lo de los Agés y seguimos la reflexión desde ahí.
Sábado de Agés
¿En qué consisten los Agés?
El Sábado de Agés. Por la mañana se produce el “reparto de tajadas en crudo entre los vecinos que entran en fiestas” tradicionalmente, un reparto de piezas de carne del toro perteneciente a la cuadrilla entre sus miembros. A día de hoy, entendemos que un toro no da para todos y se tirará también de carnicería, pero en cualquier caso es un reparto de lotes de carne cruda. A ritmo (siempre*) de charangas, se ofrece a vecinos y visitantes, licores, dulces, asadurilla estofada del toro y vino fresco de la bota. La tradición mandaba ir con un plato y una servilleta de casa, pero ya está en desuso.
*esa es otra, en mi vida he visto tantas charangas, ya ni sabÍas de donde salían, siempre había una charanga rondando, a cualquier hora en cualquier parte… nos encantan las charangas.
Por la tarde, y desde un estaribel colocado en la puerta de su local, cada una de las doce cuadrillas empieza la subasta de los Agés (no está claro el origen etimológico, pero todo apunta a que viene de “haces” (haz de trigo), como lotes o porciones). El más dicharachero de la cuadrilla oficia la ceremonia, que no es otra cosa que una subasta de las distintas partes del toro que pertenece a la cuadrilla desde el día de La compra: desde el cabecero de lomo hasta la lengua, las patas, el rabo….también se subastan botas de vino, algunas elaboradísimamente pintadas y objetos más cotidianos como un mandil con los nombres de la cuadrilla, cucharones…Ninguna de las partes del toro se subasta por menos de 50 euros y las botas parten desde los 200 y llegan a los 2000. La subasta se produce en términos festivos, se canta, se vacila, obviamente se riega de vino a los pujantes…Todas la piezas se adjudican a un precio muy superior al que tendrían en el mercado, pero precisamente porque el valor que se otorga a las piezas es simbólico: el dinero de las pujas sirve para financiar el gasto de las cuadrillas en charangas, vino, calderas (ahora vemos lo que es)…
Entiendo que las piezas aprovechables como lomos y solomillos se llevan a casa y se utilizan en su momento, pero partes como las patas o el rabo a menudo son portadas por quienes las han adquirido como un macabro complemento y algunas menos nobles y menos transportables, como las vísceras, son simplemente abandonadas en la calle.
Esta parte me genera poco entusiasmo, la verdad, pero el Domingo de Calderas salva un poco la situación. Tradicionalmente, cada cuadrilla elabora un gran puchero con lo sobrante de la subasta y se reúnen en la dehesa el domingo, para pasar la resaca en una gran comida popular. Las calderas se adornan grandemente y hoy en día me parece que son solo carrozas sin guiso en su interior (es otra de las cosas que nos han quedado pendientes de ver).
En conclusión, algo de brutalidad hay en ver a un chaval de 20 años con un peto naranja lleno de calimocho y una pata de toro atada a una cuerda echada a la espalda. Pero en este caso el origen comunal y popular de la tradición es muy evidente. Es el año 1000. Son fiestas, ha llegado el verano. Para celebrar: corremos los toros hasta la ciudad, los lidiamos y después se despiezan y se reparte la carne. Se organizan subastas para que los más ricos del pueblo hagan ostentación de su riqueza y el resto pueda aprovecharse de su vanidad. El animal no se utiliza sólo como entretenimiento, también se aprovecha y se comparte, genera lazos entre los vecinos y los alimenta. Además, su protagonismo no es flor de un día, sino que se lleva celebrando todo el mes en torno a él (cada cuadrilla adquiere su toro el día de La venta). En un contexto en el que todo producto cultural es consumido inmediata y vorazmente, que la gente de Soria incube durante un mes su ilusión por sus fiestas y por el toro adjudicado a su cuadrilla es un dato a tener en cuenta.
No sé. Es todo un tema. En cualquier caso, el hecho es que las leyendas eran ciertas: los Sanjuanes son las fiestas de una ciudad más salvajes que hayamos visto nunca. Con connotaciones muy ambivalentes que te llevan desde el estupor hasta la fascinación y vuelta, pero que a nadie nunca, jamás, dejarán indiferente.






Anexo lacrimógeno
Nos hemos dejado por contar el Lunes de Bailas, donde todas las peñas y cuadrillas marchan por toda la ciudad y se reúnen en las orillas del río, donde se canta y se baila y se despiden los Sanjuanes hasta el año que viene. De nuevo, charangas mediante y todos de punta en blanco, algunos incluso complementan su “uniforme” con flores del mismo color.
Una última consideración que no añade nada, porque sólo es un quejido: he estado ya varias veces en Soria y jamás la había visto así, hasta los topes. Y aunque evidentemente había visitantes (y cada vez habrá más gracias a artículos gentrificadores como este, perdón), todo parecía indicar que el grueso lo componen sorianos repatriados, ya fuera de la ciudad o de pueblos aledaños, que, a base de pedir días en el trabajo -sus sagrados días de Sanjuanes- se habían dado cita allí, en la ciudad de la que, en mi opinión, nunca debieron salir. Pensaba en Soria y en el síndrome del nido vacío de los padres cuando sus hijos se marchan. La bella ciudad del Duero, la de Machado y Bécquer, la de Dionisio Ridruejo, nuestra favorita…debe estar ahora mismo secándose las lagrimitas, vacía de nuevo, hasta el año que viene, cuando el calor empiece a picar y las cuadrillas empiecen a organizar sus 12 novillos, y vuelta a empezar.